First SIght
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First SIght
Esta es una historia que estoy escribiendo hace bastante, espero que les guste. La titulé “First Sight” y es la historia de Tanzania Marchetta una chica que vive en Forks. Sólo puedo decirles eso porque no quiero adelantarles nada, quiero que lo descubran ustedes. Espero que les guste.
// - Zoey - //
Capítulo 1: Los Cullen
Los Cullen no eran la novedad del instituto pero eran el blanco de todas las miradas. Miradas indiscretas, por supuesto. Ya que no conocía a nadie capaz de sostenerles la mirada por más de dos segundos.
Yo era demasiado normal comparada con ellos. Tenía ojos marrones, los ojos más comunes del mundo y el pelo rojizo. A pesar de que mi cabello era bastante largo, no se comparaba ni por asomo con la belleza de la cabellera de Rosalie. No era natural, claro, era colorada de bote, es que no me sentaba bien el negro de mi pelo. No me gustaban los colores oscuros.
Ellos, en cambio, eran fascinantes en todo sentido. Sus rostros eran perfectos y blancos como la cal, sus ojos casi dorados y sus expresiones eran las más perfectas que había visto en toda mi vida. Era tan interesante sentarse y verlos a la hora del almuerzo: ahí, en la mesa de siempre, sin siquiera tocar el contenido de sus bandejas. Eran misteriosos hasta me atrevería a decir que, para algunos, daban miedo. Sin embargo, para mí sólo eran los hermanos de la extraña piel color tiza. Es más, eran un pasatiempo para mis ojos.
Ciertamente no eran hermanos. El Dr. Carlisle Cullen y su esposa los habían adoptado y toda la familia había llegado a Forks hacía unos años.
Se sabía poco sobre ellos pues no solían hablar con nadie, sólo eran ellos. Los cinco hermanos, la familia perfecta que parecía sacada de una revista...
Además, estaban juntos. La pequeña y agraciada Alice, que caminaba casi danzando, estaba con Jasper. Rosalie, la rubia escultural y perfecta (ewght...) estaba con Emmett. Edward, bueno... él era un misterio que no me interesaba resolver. Siempre llevaba esa expresión como si estuviese sacando una radiografía personal de cada persona que pasaba. Él si daba miedo, era raro.
•••
Era un día particularmente lluvioso y frío, casi un día normal en Forks. La acera estaba resbaladiza y las gastadas llantas de mi auto no me facilitaban la tarea de conducir. Estaba imaginando lo que me iba a costar aparcar mi Célica negro en el estacionamiento cuando un BMW rojo me hizo frenar bruscamente y se detuvo a tan sólo un par de centímetros de mi auto.
Rosalie Hale sonrió ampliamente con un gesto de suficiencia poblándole el rostro, como solía hacer cada mañana, mientras ocupaba el que iba a ser mi lugar.
¿Hoy no tenía que ser la excepción, verdad?, pensé alzando una ceja y conduje de reversa para estacionar junto a Tyler Crowley.
Había sido costumbre de la rubia Cullen, desde hacía ya un tiempo, tratar de arruinarme el día todas las veces que le fuera posible. No me quedaba claro por qué pues, era imposible que lo supiera.
- ¿Otra vez sin lugar donde estacionar, Marchetta? -
- Tanzie. - dije, poniendo énfasis en la última palabra. - Y sí, otra vez. - le contesté, cerrando la puerta, con tanta fuerza, que el vidrio tembló.
- Parece que no estás de humor, Marchetta. -
- Idiota. - murmuré, mientras me alejaba.
- ¡Hey, Tanzie! - gritó una voz, al otro lado del estacionamiento.
- ¡Hey, Jess! - le grité, agitando el brazo para que me viera.
Se acercó trotando mientras me acercaba, venía subiéndose el cuello del jersey morado que llevaba.
- ¿Qué tal todo, conseguiste la pieza que te faltaba? - le pregunté.
- No todavía. - me saludó con un beso - Pero no es tan malo, mientras tanto puedo usar el C4 de mi hermana. -
- ¡Genial! ¿Cuál es? -
- El amarillo de allá. - señaló con el dedo.
Vi por el rabillo del ojo, que el Volvo plateado de Edward Cullen se acercaba.
- Luce precioso. - le dije, fingiendo interés.
En realidad, el auto no me interesaba en lo más mínimo. Sólo estaba buscando una excusa para acercarme hacia el otro lado del estacionamiento.
- Es lo mejor de lo mejor, te mostraré. - me dijo entusiasmada, arrastrándome por el brazo.
En el camino, bordeamos el convertible de Rosalie y sentí ganas de echarle a perder la bombilla delantera de un puntapié pero no quería causar problemas.
Abrió la puerta del auto y me mostró el estéreo, el acolchado de los asientos y el baja vidrios automático. Entonces, mi atención se concentró en el jeep que dobló la esquina a una gran velocidad.
- Llegaremos tarde a clases, luego te llevo una vuelta. -
- Pero...
- Debes ser la única persona que no tiene prisa por salir de esta brisa infernal. Vamos. - me dijo, ocultando sus manos en los bolsillos.
No pude ver mucho pero, por lo menos, supe que todos habían venido a clases. De todos modos, casi estaba por llover y el problema de los Cullen era el sol. En realidad, no era un problema era una ventaja que cualquiera del instituto hubiese deseado tener.
Cuando los días eran soleados y calurosos el Dr. Cullen y su esposa llevaban a sus hijos de día de campo. Ya quisiera yo faltar todos los días soleados, pero no.
Mi mañana fue un fastidio pues tuve que estar toda la hora de Biología escuchando la agobiante voz de Tyler a mis espaldas.
- Dios... que cierre la boca. - murmuré, en voz baja.
Jessica rió, disimuladamente, echándole un vistazo.
- ¡Qué mala! No sé por qué te cae tan mal... -
- Te caería igual si te corriera por todo el instituto llamándote por tu apellido. -
- Marchetta, Stanley - llamó el profesor.
- Lo siento. - se disculpó ella.
- Me tiene simplemente fastidiada... - le comenté en voz baja a Jessica y volví a prestar atención a la clase.
Las horas que siguieron fueron un hastío más en la mañana. Nunca teníamos ninguna clase interesante y el día estaba tan feo que no tenía humor más que para intentar escapar de la realidad, pensando en los Cullen.
Finalmente, la campana del almuerzo que tanto esperaba sonó.
- ¿Por qué la prisa? Espérame. - me dijo Angela, tratando de seguirme el paso.
- Estoy verdaderamente hambrienta. - confesé.
- ¿Igual que ayer y el miércoles? - dijo Jessica, apareciendo por un costado.
- En realidad, quiero ver a Tyler. - bromeé, riendo.
- Me quedo con la excusa del hambre. -
Me encogí de hombros y me apresuré a ponerme en la fila y tomar una bandeja.
Avancé tras Angela para servirme ensalada en la barra. La última y más jugosa manzana me esperaba reluciente en la barra. Una mano pálida se me adelantó y me arrebató la manzana, delante de mis narices. Era Rosalie, otra vez. Me sonrió y siguió su camino, airosa.
Bufé indignada y se me cayó el tenedor. Angela se sorprendió ante mi reacción.
Ni siquiera va a comérsela, pensé furiosa.
Me agaché a recoger el tenedor y choqué mi cabeza contra la frente de Mike Newton.
- ¡Au! - me quejé.
- Lo siento, T. Quería alcanzarte el tenedor. -
- Gracias, igual. - le dije, levantándolo del piso.
- ¿Por el golpe? -
- Por el tenedor, bobo. - le dije, dándole un puñetazo cariñoso en el hombro.
Los cuatro nos sentamos en la mesa de siempre y cada uno empezó a conversar sobre sus propios asuntos, mientras yo me quedaba embobada con los Cullen.
Al parecer, Edward no estaba de humor pues llevaba una cara que daba miedo.
¿Se habrían dado cuenta de algo?
Intenté concentrarme en mi ensalada pero mis ojos se desviaban automáticamente hacia los Cullen. La mayoría de la gente llevaba suéteres de cuello alto y cazadoras mientras que ellos vestían como si fuera primavera. ¿No tenían frío?
Si todo el mundo les temía, si tan raros parecían... ¿Por qué me interesaba tanto en ellos? Había algo, además de su belleza y todas sus cualidades perfectas que me atraía. Tenían algo que no podía descifrar, algo especial, algo que quería saber. O, mejor dicho, necesitaba saber.
Hablaban en un tono imperceptible, es decir... ¿Estaban hablando? Apenas movían los labios, no miraban a nadie eran tan poco... normales. De una forma u otra, necesitaba averiguar cómo eran; por algún motivo quería ser su amiga. Jessica parloteaba algo sobre un concierto pero mi mirada y mis sentidos estaban atentos a los Cullen. Entonces la mirada de Alice se clavó en la mía, no supe por qué pero me dio la impresión de que quiso decirme algo. Jasper la pateó por debajo de la mesa y Alice bajó la mirada. Estaban hablando entre ellos, evitaban todo tipo de contacto con los demás incluso el visual. ¿A qué le temían?
Edward se inclinó hacia un costado para murmurarle algo a Emmett.
Dios, ¿En qué estaba pensando? Ellos jamás hablaban con nadie. ¿Por qué iba a ser la excepción? Había algo que no me dejaba dormir tranquila y hasta no despejar esa duda no podría seguir pretendiendo que no pasaba nada. Ellos tenían algo diferente, pero era tan poco evidente que no podía descubrirlo.
En la hora de Español, me dediqué a estudiar a Emmett, sus movimientos, sus gestos, era simplemente perfecto...
- Es normal que Rosalie te mire de esa forma, es por como miras a su novio. - me dijo la voz de Jessica al oído.
Me sobresalté y clavé la vista en el pizarrón por un minuto.
- ¿Estás bien? -
- Creo. -
- Pues parece que te han hipnotizado o algo... -
- Estoy bien, enserio. - le dije, sonriendo.
Cuando conduje camino a casa intenté prestar atención al camino pero mi mente se desviaba al episodio del mediodía. Alice me había mirado, o al menos eso creía. ¿Qué me había querido decir? ¿Por qué había bajado la vista cuando Jasper la pateó?
Me detuve a un costado del colegio de mi hermano, contra mi voluntad claro, y el idiota subió.
Josh era mi peor pesadilla con forma humana, era mi fastidioso hermano menor. Tenía trece y era el típico bufón de la clase: no lo soportaba.
- Buenas, demonio de Tanzania. -
- Es de Tasmania, perdedor. -
Intenté no hablarle el resto del camino pero me veía obligada a responder a sus insultos.
Mientras merendaba en casa, Josh me sacó la lengua. Comía en silencio, aguantándome las ganas de matarlo, cuando mi padre me dio la peor noticia que podía darme. Era aún peor que el fin del mundo: un fin de semana familiar.
- Este fin de semana iremos al campo. - dijo mi papá, con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡¡¿Qué?!! -
- Demuestra algo de entusiasmo, cariño. No será tan malo. - me alentó mi madre.
- No será malo, será horrible, mamá. -
Me levanté y subí corriendo las escaleras. Eso era lo peor que podía pasarme. Para mis padres los viajes familiares eran geniales y mi hermano la pasaría bien mientras tuviera alguien a quien molestar, y ya que estaba obligada a ir, él estaría feliz durante todo el viaje.
- Esto no puede estar pasando... -
Levanté el tubo y marqué el número de Jessica...
- ... tal como lo oíste un fin de semana completo con el demonio de crines rubias. Va a ser insoportable. -
- No es tan malo, sólo evítalo. -
- Eso hago pero me encuentra donde quiera que esté... -
- ¿Volverás antes del lunes? -
- No sé. -
- Intenta pasarla bien, prométeme que lo ignoraras. -
- Si, Jess. Al menos lo intentaré. -
Colgué el teléfono, decepcionada por haberme rendido tan fácil, y se me ocurrió que tal vez podía dar algo de pelea. Bajé las escaleras y me senté junto a mi padre.
- Papá, ¿Crees que podría quedarme? -
- Tanzie, es un viaje familiar. Se supone que tenemos que ir todos. - dijo mi mamá, desde la cocina.
Sí, se supone.
Mi padre negó con la cabeza.
- Papá, por favor. Sabes que no nos llevamos bien. Podría pasar el fin de semana en casa de Jessica o Angela...
- No lo harás, todos vamos a ir al campo. Todos. - replicó.
- Pero papá...
- Es mi última palabra, Tanzania. Sube a empacar, partimos en la mañana. -
// - Zoey - //
Capítulo 1: Los Cullen
Los Cullen no eran la novedad del instituto pero eran el blanco de todas las miradas. Miradas indiscretas, por supuesto. Ya que no conocía a nadie capaz de sostenerles la mirada por más de dos segundos.
Yo era demasiado normal comparada con ellos. Tenía ojos marrones, los ojos más comunes del mundo y el pelo rojizo. A pesar de que mi cabello era bastante largo, no se comparaba ni por asomo con la belleza de la cabellera de Rosalie. No era natural, claro, era colorada de bote, es que no me sentaba bien el negro de mi pelo. No me gustaban los colores oscuros.
Ellos, en cambio, eran fascinantes en todo sentido. Sus rostros eran perfectos y blancos como la cal, sus ojos casi dorados y sus expresiones eran las más perfectas que había visto en toda mi vida. Era tan interesante sentarse y verlos a la hora del almuerzo: ahí, en la mesa de siempre, sin siquiera tocar el contenido de sus bandejas. Eran misteriosos hasta me atrevería a decir que, para algunos, daban miedo. Sin embargo, para mí sólo eran los hermanos de la extraña piel color tiza. Es más, eran un pasatiempo para mis ojos.
Ciertamente no eran hermanos. El Dr. Carlisle Cullen y su esposa los habían adoptado y toda la familia había llegado a Forks hacía unos años.
Se sabía poco sobre ellos pues no solían hablar con nadie, sólo eran ellos. Los cinco hermanos, la familia perfecta que parecía sacada de una revista...
Además, estaban juntos. La pequeña y agraciada Alice, que caminaba casi danzando, estaba con Jasper. Rosalie, la rubia escultural y perfecta (ewght...) estaba con Emmett. Edward, bueno... él era un misterio que no me interesaba resolver. Siempre llevaba esa expresión como si estuviese sacando una radiografía personal de cada persona que pasaba. Él si daba miedo, era raro.
•••
Era un día particularmente lluvioso y frío, casi un día normal en Forks. La acera estaba resbaladiza y las gastadas llantas de mi auto no me facilitaban la tarea de conducir. Estaba imaginando lo que me iba a costar aparcar mi Célica negro en el estacionamiento cuando un BMW rojo me hizo frenar bruscamente y se detuvo a tan sólo un par de centímetros de mi auto.
Rosalie Hale sonrió ampliamente con un gesto de suficiencia poblándole el rostro, como solía hacer cada mañana, mientras ocupaba el que iba a ser mi lugar.
¿Hoy no tenía que ser la excepción, verdad?, pensé alzando una ceja y conduje de reversa para estacionar junto a Tyler Crowley.
Había sido costumbre de la rubia Cullen, desde hacía ya un tiempo, tratar de arruinarme el día todas las veces que le fuera posible. No me quedaba claro por qué pues, era imposible que lo supiera.
- ¿Otra vez sin lugar donde estacionar, Marchetta? -
- Tanzie. - dije, poniendo énfasis en la última palabra. - Y sí, otra vez. - le contesté, cerrando la puerta, con tanta fuerza, que el vidrio tembló.
- Parece que no estás de humor, Marchetta. -
- Idiota. - murmuré, mientras me alejaba.
- ¡Hey, Tanzie! - gritó una voz, al otro lado del estacionamiento.
- ¡Hey, Jess! - le grité, agitando el brazo para que me viera.
Se acercó trotando mientras me acercaba, venía subiéndose el cuello del jersey morado que llevaba.
- ¿Qué tal todo, conseguiste la pieza que te faltaba? - le pregunté.
- No todavía. - me saludó con un beso - Pero no es tan malo, mientras tanto puedo usar el C4 de mi hermana. -
- ¡Genial! ¿Cuál es? -
- El amarillo de allá. - señaló con el dedo.
Vi por el rabillo del ojo, que el Volvo plateado de Edward Cullen se acercaba.
- Luce precioso. - le dije, fingiendo interés.
En realidad, el auto no me interesaba en lo más mínimo. Sólo estaba buscando una excusa para acercarme hacia el otro lado del estacionamiento.
- Es lo mejor de lo mejor, te mostraré. - me dijo entusiasmada, arrastrándome por el brazo.
En el camino, bordeamos el convertible de Rosalie y sentí ganas de echarle a perder la bombilla delantera de un puntapié pero no quería causar problemas.
Abrió la puerta del auto y me mostró el estéreo, el acolchado de los asientos y el baja vidrios automático. Entonces, mi atención se concentró en el jeep que dobló la esquina a una gran velocidad.
- Llegaremos tarde a clases, luego te llevo una vuelta. -
- Pero...
- Debes ser la única persona que no tiene prisa por salir de esta brisa infernal. Vamos. - me dijo, ocultando sus manos en los bolsillos.
No pude ver mucho pero, por lo menos, supe que todos habían venido a clases. De todos modos, casi estaba por llover y el problema de los Cullen era el sol. En realidad, no era un problema era una ventaja que cualquiera del instituto hubiese deseado tener.
Cuando los días eran soleados y calurosos el Dr. Cullen y su esposa llevaban a sus hijos de día de campo. Ya quisiera yo faltar todos los días soleados, pero no.
Mi mañana fue un fastidio pues tuve que estar toda la hora de Biología escuchando la agobiante voz de Tyler a mis espaldas.
- Dios... que cierre la boca. - murmuré, en voz baja.
Jessica rió, disimuladamente, echándole un vistazo.
- ¡Qué mala! No sé por qué te cae tan mal... -
- Te caería igual si te corriera por todo el instituto llamándote por tu apellido. -
- Marchetta, Stanley - llamó el profesor.
- Lo siento. - se disculpó ella.
- Me tiene simplemente fastidiada... - le comenté en voz baja a Jessica y volví a prestar atención a la clase.
Las horas que siguieron fueron un hastío más en la mañana. Nunca teníamos ninguna clase interesante y el día estaba tan feo que no tenía humor más que para intentar escapar de la realidad, pensando en los Cullen.
Finalmente, la campana del almuerzo que tanto esperaba sonó.
- ¿Por qué la prisa? Espérame. - me dijo Angela, tratando de seguirme el paso.
- Estoy verdaderamente hambrienta. - confesé.
- ¿Igual que ayer y el miércoles? - dijo Jessica, apareciendo por un costado.
- En realidad, quiero ver a Tyler. - bromeé, riendo.
- Me quedo con la excusa del hambre. -
Me encogí de hombros y me apresuré a ponerme en la fila y tomar una bandeja.
Avancé tras Angela para servirme ensalada en la barra. La última y más jugosa manzana me esperaba reluciente en la barra. Una mano pálida se me adelantó y me arrebató la manzana, delante de mis narices. Era Rosalie, otra vez. Me sonrió y siguió su camino, airosa.
Bufé indignada y se me cayó el tenedor. Angela se sorprendió ante mi reacción.
Ni siquiera va a comérsela, pensé furiosa.
Me agaché a recoger el tenedor y choqué mi cabeza contra la frente de Mike Newton.
- ¡Au! - me quejé.
- Lo siento, T. Quería alcanzarte el tenedor. -
- Gracias, igual. - le dije, levantándolo del piso.
- ¿Por el golpe? -
- Por el tenedor, bobo. - le dije, dándole un puñetazo cariñoso en el hombro.
Los cuatro nos sentamos en la mesa de siempre y cada uno empezó a conversar sobre sus propios asuntos, mientras yo me quedaba embobada con los Cullen.
Al parecer, Edward no estaba de humor pues llevaba una cara que daba miedo.
¿Se habrían dado cuenta de algo?
Intenté concentrarme en mi ensalada pero mis ojos se desviaban automáticamente hacia los Cullen. La mayoría de la gente llevaba suéteres de cuello alto y cazadoras mientras que ellos vestían como si fuera primavera. ¿No tenían frío?
Si todo el mundo les temía, si tan raros parecían... ¿Por qué me interesaba tanto en ellos? Había algo, además de su belleza y todas sus cualidades perfectas que me atraía. Tenían algo que no podía descifrar, algo especial, algo que quería saber. O, mejor dicho, necesitaba saber.
Hablaban en un tono imperceptible, es decir... ¿Estaban hablando? Apenas movían los labios, no miraban a nadie eran tan poco... normales. De una forma u otra, necesitaba averiguar cómo eran; por algún motivo quería ser su amiga. Jessica parloteaba algo sobre un concierto pero mi mirada y mis sentidos estaban atentos a los Cullen. Entonces la mirada de Alice se clavó en la mía, no supe por qué pero me dio la impresión de que quiso decirme algo. Jasper la pateó por debajo de la mesa y Alice bajó la mirada. Estaban hablando entre ellos, evitaban todo tipo de contacto con los demás incluso el visual. ¿A qué le temían?
Edward se inclinó hacia un costado para murmurarle algo a Emmett.
Dios, ¿En qué estaba pensando? Ellos jamás hablaban con nadie. ¿Por qué iba a ser la excepción? Había algo que no me dejaba dormir tranquila y hasta no despejar esa duda no podría seguir pretendiendo que no pasaba nada. Ellos tenían algo diferente, pero era tan poco evidente que no podía descubrirlo.
En la hora de Español, me dediqué a estudiar a Emmett, sus movimientos, sus gestos, era simplemente perfecto...
- Es normal que Rosalie te mire de esa forma, es por como miras a su novio. - me dijo la voz de Jessica al oído.
Me sobresalté y clavé la vista en el pizarrón por un minuto.
- ¿Estás bien? -
- Creo. -
- Pues parece que te han hipnotizado o algo... -
- Estoy bien, enserio. - le dije, sonriendo.
Cuando conduje camino a casa intenté prestar atención al camino pero mi mente se desviaba al episodio del mediodía. Alice me había mirado, o al menos eso creía. ¿Qué me había querido decir? ¿Por qué había bajado la vista cuando Jasper la pateó?
Me detuve a un costado del colegio de mi hermano, contra mi voluntad claro, y el idiota subió.
Josh era mi peor pesadilla con forma humana, era mi fastidioso hermano menor. Tenía trece y era el típico bufón de la clase: no lo soportaba.
- Buenas, demonio de Tanzania. -
- Es de Tasmania, perdedor. -
Intenté no hablarle el resto del camino pero me veía obligada a responder a sus insultos.
Mientras merendaba en casa, Josh me sacó la lengua. Comía en silencio, aguantándome las ganas de matarlo, cuando mi padre me dio la peor noticia que podía darme. Era aún peor que el fin del mundo: un fin de semana familiar.
- Este fin de semana iremos al campo. - dijo mi papá, con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡¡¿Qué?!! -
- Demuestra algo de entusiasmo, cariño. No será tan malo. - me alentó mi madre.
- No será malo, será horrible, mamá. -
Me levanté y subí corriendo las escaleras. Eso era lo peor que podía pasarme. Para mis padres los viajes familiares eran geniales y mi hermano la pasaría bien mientras tuviera alguien a quien molestar, y ya que estaba obligada a ir, él estaría feliz durante todo el viaje.
- Esto no puede estar pasando... -
Levanté el tubo y marqué el número de Jessica...
- ... tal como lo oíste un fin de semana completo con el demonio de crines rubias. Va a ser insoportable. -
- No es tan malo, sólo evítalo. -
- Eso hago pero me encuentra donde quiera que esté... -
- ¿Volverás antes del lunes? -
- No sé. -
- Intenta pasarla bien, prométeme que lo ignoraras. -
- Si, Jess. Al menos lo intentaré. -
Colgué el teléfono, decepcionada por haberme rendido tan fácil, y se me ocurrió que tal vez podía dar algo de pelea. Bajé las escaleras y me senté junto a mi padre.
- Papá, ¿Crees que podría quedarme? -
- Tanzie, es un viaje familiar. Se supone que tenemos que ir todos. - dijo mi mamá, desde la cocina.
Sí, se supone.
Mi padre negó con la cabeza.
- Papá, por favor. Sabes que no nos llevamos bien. Podría pasar el fin de semana en casa de Jessica o Angela...
- No lo harás, todos vamos a ir al campo. Todos. - replicó.
- Pero papá...
- Es mi última palabra, Tanzania. Sube a empacar, partimos en la mañana. -
Re: First SIght
Capítulo 2: Rancho Pesadilla
Pasé una noche pésima imaginando en sueños las jugarretas que me haría Josh durante todo el viaje. Al final, terminé despertándome dos horas antes de salir. Di vueltas en la cama, sin saber que hacer hasta que se asomó el sol y me levanté para vestirme.
Me estaba lavando los dientes cuando vi en el reflejo del espejo del lavatorio la cara del mismísimo demonio.
- Buenos días, demonio de...
El golpe que dio la puerta al chocar contra el marco interrumpió el poco amistoso saludo de Josh.
Si sobrevivo estas vacaciones me compensaré averiguando algo más sobre los Cullen.
Era genial, así evadiría a mi hermano pensando en otra cosa.
Cuando subí al auto y Josh se estiró para aplastarme contra la ventanilla supe que la pesadilla del fin de semana familiar no se haría esperar demasiado. Conecté mi I Pod a todo volumen y me concentré en la música para que mis ojos no se fijaran en el idiota de Josh que me estaba haciendo gestos.
El viaje fue un completo fastidio, fueron cinco horas de campo, vacas y ovejas... más campo... luego, más vacas.
- Llegamos. - anunció, entusiasmado mi padre cuando aparcó el coche en la entrada de una...
- Pocilga... -
- No me gusta que hables así. - me reprendió mi madre.
- ¿Vamos a pasar el fin de semana en este chiquero? -
Mi madre puso los ojos en blanco ignorándome completamente, igual que cada vez que tenía razón, y se bajó del auto.
Mi padre bajó del baúl la bicicleta de mi hermano y él comenzó a andar camino a la “casa”.
- ¿Me escuchas, Jess? No hay tele, no hay un vecino en kilómetros a la redonda y apenas tengo señal con el móvil.-
- No te oigo muy bien, escúchame. Te mandaré mensajes, manténte en contacto. -
La comunicación se cortó, apenas tenía una línea de señal.
- Unas maravillosas vacaciones familiares. - murmuró mi padre, mientras bajaba las maletas del coche.
- Podrías haber elegido algo mejor sin gastar tanto... -
- No oigo tu entusiasmo, hija. - me dijo y se puso a silbar una melodía chistosa.
Esto será una auténtica pesadilla...
Entré a la casa, el decorador seguramente había sido ciego. Mi madre comenzó a señalar los diferentes rincones de la casa desde la cocina.
- Estuve explorando. El comedor, nuestro cuarto, el baño y su cuarto. -
- ¿Cómo que su? -
Miré a Josh, exhibía una sonrisa de oreja a oreja.
- Sólo son dos, tendrás que compartirlo con tu hermano. -
- ¡Noooooo! -
- Veo que el entusiasmo aún no aparece... - murmuró mi padre, en tono de broma, mientras llevaba las maletas a mi cuarto... a nuestro cuarto.
- ¿Algo más? ¿Acaso quieres que críe un par de cerdos el fin de semana? Porque sería mejor que esto. -
- No seas pesimista, les servirá para aprender a llevarse bien. -
- O moriremos en el intento... -
Entré al cuarto y me dejé caer en una de las camas.
- No, demonio. Esa es la mía. - me dijo mi hermano, cruzándose de brazos en la puerta.
- Esto va a ser tuyo si no dejas de molestarme. - le dije, exhibiendo mi puño cerrado.
Se dio por vencido durante diez minutos y luego, cuando estaba por quedarme dormida, comenzó a saltar sobre mi cama.
- Es tuya si la quieres. - me rendí.
Acto seguido, me levanté y me tiré sobre la otra cama. No estaba de humor para pelear y mucho menos para que mamá me retara por culpa de Josh. Eran dos días. Iba a estar atrapada con mi familia en aquel apestoso rancho, sin tele, sin teléfono y lo peor, sin verlo. Me acosté boca arriba jugando a retener su cara en mi mente. Le hacía falta broncearse un poco aunque no le sentaba mal ser algo pálido, eso resaltaba sus ojos dorados. Dorados. Era un color bastante raro pero hermoso, lo hacía completamente maravilloso...
Pasé toda la tarde en la cama, sumida en un extraño sopor. Era como estar dormida pero consciente. De todos modos no podía dormir la siesta con el bochinche que hacía mi hermano.
Dios quiera que a la noche le entre sueño y cierre el pico.
A las seis, fui al baño para ducharme, me sentía pegajosa. El baño era completamente horrible, prefería el de mi casa, me duché rápido pues no andaba el agua caliente.
Genial.
Me estaba secando cuando una horrible cucaracha pasó caminando por encima de mi pie. Grité tan fuerte que creo que, aún estando a varios kilómetros, el vecino llegó a oírme.
- ¿Qué pasó? ¿Estás bien? - dijo mi madre, desde el otro lado de la puerta.
Sin reparar en que estaba completamente mojada y envuelta en una toalla salí del baño hecha una furia.
- ¡Esta casa apesta! ¡Quiero volver a mi casa! -
Cerré de un portazo y metí en la maleta lo poco que había sacado. Me vestí y me sequé el pelo apresuradamente. Abrí la puerta del cuarto, con mi maleta en la mano, y choqué con mi madre. Supe por su mirada que lo había visto venir: sabía que odiaba lo rústico y campestre.
- Lo siento, hija. Sé que no te gusta pero haz un esfuerzo, por papá... -
- Quiero volver. -
Avancé hacia el comedor arrastrando la maleta y me senté junto a mi padre.
- No me gusta el campo papá, déjame volver por favor. - le rogué, con lágrimas en los ojos.
- Hice lo mejor que pude para ti, Tanzie. Siento haber errado. - me dijo.
Le dolió decirlo, tanto como a mí me dolió escucharlo.
- Lo sé pá, pero no fallaste. Estuvo bien sólo que, no soy compatible con estas cosas. Tu sabes, lo campestre, lo del aire libre, sabes que no me entusiasma mucho. Déjame regresar, son sólo unos días. -
Mi padre cruzó una mirada con mi madre.
- Ya es grande. Puede cuidarse por unos días. - afirmó mi madre.
- Es que, no sé... ¿Estás segura, Nadinne? -
Mi madre asintió.
- Está bien. Te llevaré a la terminal de autobuses. Llegarás a casa en unas horas. -
- Gracias papá. - lo abracé, y le costó devolverme el abrazo.
Ambos éramos bastante reacios con eso del sentimentalismo y la cursilería entre padre e hija.
Cuando nos despedimos en la terminal encontré mi plan perfecto. Le sonreí, agitando la mano detrás del vidrio y me recliné en el asiento estirando los pies. Mis padres habían decidido quedarse una semana en el rancho ese. Tenía una semana. Sólo éramos los Cullen y yo. Una semana...
Pasé una noche pésima imaginando en sueños las jugarretas que me haría Josh durante todo el viaje. Al final, terminé despertándome dos horas antes de salir. Di vueltas en la cama, sin saber que hacer hasta que se asomó el sol y me levanté para vestirme.
Me estaba lavando los dientes cuando vi en el reflejo del espejo del lavatorio la cara del mismísimo demonio.
- Buenos días, demonio de...
El golpe que dio la puerta al chocar contra el marco interrumpió el poco amistoso saludo de Josh.
Si sobrevivo estas vacaciones me compensaré averiguando algo más sobre los Cullen.
Era genial, así evadiría a mi hermano pensando en otra cosa.
Cuando subí al auto y Josh se estiró para aplastarme contra la ventanilla supe que la pesadilla del fin de semana familiar no se haría esperar demasiado. Conecté mi I Pod a todo volumen y me concentré en la música para que mis ojos no se fijaran en el idiota de Josh que me estaba haciendo gestos.
El viaje fue un completo fastidio, fueron cinco horas de campo, vacas y ovejas... más campo... luego, más vacas.
- Llegamos. - anunció, entusiasmado mi padre cuando aparcó el coche en la entrada de una...
- Pocilga... -
- No me gusta que hables así. - me reprendió mi madre.
- ¿Vamos a pasar el fin de semana en este chiquero? -
Mi madre puso los ojos en blanco ignorándome completamente, igual que cada vez que tenía razón, y se bajó del auto.
Mi padre bajó del baúl la bicicleta de mi hermano y él comenzó a andar camino a la “casa”.
- ¿Me escuchas, Jess? No hay tele, no hay un vecino en kilómetros a la redonda y apenas tengo señal con el móvil.-
- No te oigo muy bien, escúchame. Te mandaré mensajes, manténte en contacto. -
La comunicación se cortó, apenas tenía una línea de señal.
- Unas maravillosas vacaciones familiares. - murmuró mi padre, mientras bajaba las maletas del coche.
- Podrías haber elegido algo mejor sin gastar tanto... -
- No oigo tu entusiasmo, hija. - me dijo y se puso a silbar una melodía chistosa.
Esto será una auténtica pesadilla...
Entré a la casa, el decorador seguramente había sido ciego. Mi madre comenzó a señalar los diferentes rincones de la casa desde la cocina.
- Estuve explorando. El comedor, nuestro cuarto, el baño y su cuarto. -
- ¿Cómo que su? -
Miré a Josh, exhibía una sonrisa de oreja a oreja.
- Sólo son dos, tendrás que compartirlo con tu hermano. -
- ¡Noooooo! -
- Veo que el entusiasmo aún no aparece... - murmuró mi padre, en tono de broma, mientras llevaba las maletas a mi cuarto... a nuestro cuarto.
- ¿Algo más? ¿Acaso quieres que críe un par de cerdos el fin de semana? Porque sería mejor que esto. -
- No seas pesimista, les servirá para aprender a llevarse bien. -
- O moriremos en el intento... -
Entré al cuarto y me dejé caer en una de las camas.
- No, demonio. Esa es la mía. - me dijo mi hermano, cruzándose de brazos en la puerta.
- Esto va a ser tuyo si no dejas de molestarme. - le dije, exhibiendo mi puño cerrado.
Se dio por vencido durante diez minutos y luego, cuando estaba por quedarme dormida, comenzó a saltar sobre mi cama.
- Es tuya si la quieres. - me rendí.
Acto seguido, me levanté y me tiré sobre la otra cama. No estaba de humor para pelear y mucho menos para que mamá me retara por culpa de Josh. Eran dos días. Iba a estar atrapada con mi familia en aquel apestoso rancho, sin tele, sin teléfono y lo peor, sin verlo. Me acosté boca arriba jugando a retener su cara en mi mente. Le hacía falta broncearse un poco aunque no le sentaba mal ser algo pálido, eso resaltaba sus ojos dorados. Dorados. Era un color bastante raro pero hermoso, lo hacía completamente maravilloso...
Pasé toda la tarde en la cama, sumida en un extraño sopor. Era como estar dormida pero consciente. De todos modos no podía dormir la siesta con el bochinche que hacía mi hermano.
Dios quiera que a la noche le entre sueño y cierre el pico.
A las seis, fui al baño para ducharme, me sentía pegajosa. El baño era completamente horrible, prefería el de mi casa, me duché rápido pues no andaba el agua caliente.
Genial.
Me estaba secando cuando una horrible cucaracha pasó caminando por encima de mi pie. Grité tan fuerte que creo que, aún estando a varios kilómetros, el vecino llegó a oírme.
- ¿Qué pasó? ¿Estás bien? - dijo mi madre, desde el otro lado de la puerta.
Sin reparar en que estaba completamente mojada y envuelta en una toalla salí del baño hecha una furia.
- ¡Esta casa apesta! ¡Quiero volver a mi casa! -
Cerré de un portazo y metí en la maleta lo poco que había sacado. Me vestí y me sequé el pelo apresuradamente. Abrí la puerta del cuarto, con mi maleta en la mano, y choqué con mi madre. Supe por su mirada que lo había visto venir: sabía que odiaba lo rústico y campestre.
- Lo siento, hija. Sé que no te gusta pero haz un esfuerzo, por papá... -
- Quiero volver. -
Avancé hacia el comedor arrastrando la maleta y me senté junto a mi padre.
- No me gusta el campo papá, déjame volver por favor. - le rogué, con lágrimas en los ojos.
- Hice lo mejor que pude para ti, Tanzie. Siento haber errado. - me dijo.
Le dolió decirlo, tanto como a mí me dolió escucharlo.
- Lo sé pá, pero no fallaste. Estuvo bien sólo que, no soy compatible con estas cosas. Tu sabes, lo campestre, lo del aire libre, sabes que no me entusiasma mucho. Déjame regresar, son sólo unos días. -
Mi padre cruzó una mirada con mi madre.
- Ya es grande. Puede cuidarse por unos días. - afirmó mi madre.
- Es que, no sé... ¿Estás segura, Nadinne? -
Mi madre asintió.
- Está bien. Te llevaré a la terminal de autobuses. Llegarás a casa en unas horas. -
- Gracias papá. - lo abracé, y le costó devolverme el abrazo.
Ambos éramos bastante reacios con eso del sentimentalismo y la cursilería entre padre e hija.
Cuando nos despedimos en la terminal encontré mi plan perfecto. Le sonreí, agitando la mano detrás del vidrio y me recliné en el asiento estirando los pies. Mis padres habían decidido quedarse una semana en el rancho ese. Tenía una semana. Sólo éramos los Cullen y yo. Una semana...
Re: First SIght
Capítulo 3 : Un Nuevo Amigo
No hay comodidad como la del hogar, es verdad, pero dormir en mi cama no fue tan bueno como esperaba. Llegué a la terminal cerca de las dos de la mañana y Monster me recibió meneando el rabo.
Monster era mi Golden Retriever, lo tenía desde pequeño y era el único miembro de la familia que no me causaba problemas.
Me costó bastante conciliar el sueño pues la casa estaba demasiado vacía y escuchaba ruidos por todas partes... Monster se había acurrucado a los pies de mi cama.
Caminaba por el bosque y mis pies iban dejando huellas en el barro, estaba lloviendo. Sentía débiles pisadas detrás de mí pero cuando volteaba no había nadie. A veces sentía una brisa pasar junto a mí, como si alguien hubiera soplado sobre mis espaldas. De nuevo, nada. No sabía adónde iba exactamente pero decidí no salirme del sendero por las dudas. No quería perderme estando tan lejos de casa. ¿Lejos? En realidad, ni siquiera sabía dónde estaba. De repente, apareció una muchacha, no me resultaba familiar. Es más, sentía que debía tenerle miedo pero no sabía por qué. Comenzó a mover las aletas de la nariz como si oliera algo. Como si me estuviese oliendo. Se acercó a mí, y yo retrocedí todo lo que pude hasta que quede con la espalda pegada a un árbol.
Me tomó por un brazo, era demasiado fuerte para mí... Entonces una figura borrosa saltó por detrás de un árbol y lo embistió. Fue como un extraño tackle como los que hacen los jugadores de fútbol americano...
Me desperté sobresaltada, estaba sudando tanto que tenía las sábanas pegadas a la espalda. Prendí la luz y observé a Monster parado junto a la ventana ladrando nervioso. La ventana estaba abierta, aún cuando no recordaba haberla abierto, y una brisa invernal entraba al cuarto.
- Tranquilo, Monster. No hay nadie. - le dije, espiando hacia la oscuridad de la noche.
La cerré y me acosté de nuevo. Estaba cansada de tanto viaje y me haría mejor dormir un par de horas más.
- Ven chico, sube. - le dije, palmeando las sábanas.
Monster se acomodó junto a mí y ambos nos dormimos.
Cuando desperté por la mañana, el sueño aún estaba vívido en mi memoria... Había sido extraño.
Me serví leche con cereales y desayuné mientras miraba por la ventana. Había llovido, estaba todo embarrado y había bastante viento. Puesto que no llovía, decidí salir. No me gustaba quedarme demasiado tiempo sola, aún con Monster rondando por la casa.
- No puedes venir conmigo, chico. Hay demasiado barro y tendré que limpiar tus patas por toda la casa. -
No habría mucho que ver en el centro de Forks, era domingo. Aunque, no me haría mal conducir para distraerme...
Me abrigué, estaba helando y subí a mi coche. No había mucha gente, no más de lo normal considerando que no era un pueblo muy grande.
Conduje despacio, iba pensando en los Cullen... ¿Cómo podía averiguar sobre ellos sin que se dieran cuenta que yo estaba averiguando? Era demasiado curiosa en todo lo que se refería a los Cullen y no sabía por qué...
El estruendo del motor de mi auto me sacó de mis pensamientos, al tiempo que una nube de humo emergía del capó. El auto simplemente se detuvo, sólo eso.
Bien, será la primera y la última vez que me dejen sola en casa después de esto.
Bajé del auto y abrí el capó. Estaba empezando a lloviznar.
Como si entendiese algo de todo esto...
El humo me hizo toser: estaba completamente perdida. Estaba helando y no podía dejar el auto solo para ir por ayuda. Mi teléfono estaba en mi bolsillo... Aún peor, el bolsillo vacío me indicó que había quedado sobre la mesa de la cocina. Me subí el cuello del jersey y miré alrededor buscando a alguien que me ayudara cuando una motocicleta pasó a tan sólo unos centímetros de mí. Una lluvia de agua fría y barro me empapó de pies a cabeza...
- ¡Idiota! -
La motocicleta llegó a la esquina y dio la vuelta para regresar. Como si no fuese suficiente tener el auto roto y haber insultado a un desconocido, un trueno sacudió los alrededores y un aguacero se largó en picada sobre mi cabeza.
El motociclista se detuvo junto a mí, que me estaba intentando sacudir el aguacero del cabello, y bajó...
¡Dios! Sentí como si me hubiera atropellado un autobús, era tan... alto, demasiado considerando mi altura, de piel cobriza y tenía el cabello azabache tan largo que le rebasaba los hombros...
- Lo siento, enserio no te vi. -
- Está bien. - le respondí, con la voz entrecortada.
- Soy Jacob Black - me dijo, sonriendo... y ¡qué sonrisa! Exhibió una formación de dientes blancos, simplemente perfectos. Tenía un rostro muy tierno, casi infantil.
Emmett, susurró mi memoria... Mal momento para recordar lo imposible. ¿Quién decía que mientras tanto no podía divertirme?
- Tanza... Tanzie Marchetta. - le dije, escurriendo agua.
- Deberías cambiarte, no querrás pescar un resfrío. -
El muchacho echó una ojeada al capó, como si hubiera algo fascinante dentro de él o algo...
- ¿Puedo? - me preguntó, señalando el auto.
- No puedes hacer algo peor que yo así que, adelante. Tal vez puedas echarme una mano. -
Sacó una pieza y me explicó que debería ir enroscada en algo, junto a otra cosa que no sabía que era. Mi conocimiento sobre los autos me avergonzaba.
- Se rompió. Si me esperas puedo ir a buscar uno nuevo, debería tener uno en mi casa. -
- ¿Eres mecánico? -
- Algo así, espérame aquí. - estaba por irse cuando retrocedió - eh... toma. - se sacó su cazadora y me la dio, quedándose en camiseta.
¡Guau, mira esos músculos! Debe ser deportista...
Estaba a punto de quejarme cuando se fue y me dejó con el abrigo en la mano.
Antes que desperdiciarlo, me lo pongo, hace frío.
Luego de media hora de espera, decidí sentarme en el cordón de la vereda e ignorar el ruido de cada moto que pasaba. Parecía una estúpida levantando la vista cada vez que pasaba una.
Genial. Ahora jamás regresará y me quedaré varada. ¿Por qué siempre que creo que la gente quiere ayudarme termina...
Otra vez el estruendo de una moto me hizo sobresaltar pero, esa vez, era Jacob.
- Siento haber tardado, no lo encontraba por ningún lado. -
Avanzó hacia el auto, como si nunca se hubiese ido y empezó a trabajar. Me subí el cuello de su cazadora, y metí las manos en los bolsillos.
Entonces volteó y dejó escapar una risotada.
- ¿Pensaste que no volvería, verdad? -
- Eh... ¿no? Bueno, tal vez. -
- No soy de esa clase de chicos. - me dijo, y sacó la lengua.
No me sirvió mirar para aprender, pues sabía tanto de autos como de ingeniería nuclear, pero fingí que me interesaba para observar mejor a Jacob, que cada tanto giraba para ver que estaba haciendo.
- En vez de estar tan callada podrías contarme algo de ti. -
Bastante impaciente, algo lanzado, ¡me gusta eso en un chico!
- Tengo 17 años, no vivo muy lejos y estudio en la Secundaria de Forks. Tu turno, chico mecánico. -
- Tengo 16, estudio en el instituto de La Push y vivo ahí con mi padre. -
- ¿La Push? Que nombre chistoso... -
- El nombre Forks es aburrido, la verdadera emoción está en La Push. - sonrió - ¿Tu familia? -
- Lo usual, un padre, una madre y un hermano que desearía no tener. -
- ¿Tan malo es? -
- ¿Malo? Si lo pusieras junto al demonio te seguiría pareciendo malo. Es un completo idiota. -
- Déjame adivinar. ¿Es menor que tú? -
Asentí con cara de... ¿Qué tiene que ver? Y él volvió a sonreír.
- Eso pasa en todas las familias tengo un amigo que se lleva de los pelos con su hermana más grande. - terminó de enroscar la cosa que se había roto - ya está, intenta arrancarlo. -
Subí al auto, giré la llave y... arrancó.
- Eres genial, Jacob. -
- Jake. - me corrigió.
- Jake... ¿Cuánto te debo? - le dije, bajándome del auto.
- Si me dejas invitarte a la reserva, estamos a mano. -
- Bueno. - le respondí, amistosamente, mientras me apoyaba en la puerta del auto.
No sé por qué nos quedamos mirándonos, tal vez esperando a ver cual de los dos hablaba primero.
- Será mejor que te vayas, hace mucho frío. -
- ¿Me estás echando? - bromeé cómicamente, levantando una ceja.
- No, me preocupo por mi nueva amiga. -
- Entonces creo que me voy. - le dije, pero no me moví.
¿Qué era lo que me había dejado tan embobada? Sentía como si estuviera mirando a un foco brillante.
- De veras, me voy. - miré su cazadora, estaba demasiada calentita para devolvérsela. - Espera. - le dije, casi sacando el brazo de una manga.
- No, está bien. - me puso una mano en el hombro. Aún a través de la tela pude sentir su tacto cálido. - Será mi garantía, me la devolverás cuando bajes a conocer La Push. -
- De acuerdo. Adiós. - le dije, extendiéndole la mano.
Fue el único saludo probable que se me cruzó por la cabeza. Jacob... Jake tomó mi mano y me jaló hacia él para darme un beso en la mejilla.
- Adiós. - me dijo y luego me soltó.
Le sonreí ligeramente y él me devolvió el gesto. Luego, me subí al coche y emprendí el regreso a casa.
Otra vez el mismo sueño, con la misma muchacha. Me costó reconocer que era un sueño pues el miedo que sentía era demasiado real. Sentía que estaba sudando, sentía el frío del viento que corría por el bosque. Volvió a avanzar hacia pero, esa vez, me tomó por el cuello hasta dejarme acostada en el piso. Sentí la fuerza concentrarse en sus músculos, como si con sólo un movimiento pudiera hacerme puré. Comencé a toser, la falta de aire se me hacía bastante real. Entonces se escuchó un profundo gruñido, volteé hacia un costado tanto como me lo permitió la joven y vi un lobo. Le gruñó mostrándole los dientes y se lanzó a la carrera hacia él. Sentí la mano aflojarse cuando el lobo la embistió y la mandó a volar hacia el otro lado del prado...
Abrí los ojos espantada, tosí e inhalé profundamente disfrutando del aire que entraba a mis pulmones. Monster estaba parado junto a la ventana, meneando el rabo de felicidad. Escuché como un aullido rasgaba el silencio de la noche y, cuando me asomé por la ventana, vi a un lobo corriendo hacia el bosque.
No hay comodidad como la del hogar, es verdad, pero dormir en mi cama no fue tan bueno como esperaba. Llegué a la terminal cerca de las dos de la mañana y Monster me recibió meneando el rabo.
Monster era mi Golden Retriever, lo tenía desde pequeño y era el único miembro de la familia que no me causaba problemas.
Me costó bastante conciliar el sueño pues la casa estaba demasiado vacía y escuchaba ruidos por todas partes... Monster se había acurrucado a los pies de mi cama.
Caminaba por el bosque y mis pies iban dejando huellas en el barro, estaba lloviendo. Sentía débiles pisadas detrás de mí pero cuando volteaba no había nadie. A veces sentía una brisa pasar junto a mí, como si alguien hubiera soplado sobre mis espaldas. De nuevo, nada. No sabía adónde iba exactamente pero decidí no salirme del sendero por las dudas. No quería perderme estando tan lejos de casa. ¿Lejos? En realidad, ni siquiera sabía dónde estaba. De repente, apareció una muchacha, no me resultaba familiar. Es más, sentía que debía tenerle miedo pero no sabía por qué. Comenzó a mover las aletas de la nariz como si oliera algo. Como si me estuviese oliendo. Se acercó a mí, y yo retrocedí todo lo que pude hasta que quede con la espalda pegada a un árbol.
Me tomó por un brazo, era demasiado fuerte para mí... Entonces una figura borrosa saltó por detrás de un árbol y lo embistió. Fue como un extraño tackle como los que hacen los jugadores de fútbol americano...
Me desperté sobresaltada, estaba sudando tanto que tenía las sábanas pegadas a la espalda. Prendí la luz y observé a Monster parado junto a la ventana ladrando nervioso. La ventana estaba abierta, aún cuando no recordaba haberla abierto, y una brisa invernal entraba al cuarto.
- Tranquilo, Monster. No hay nadie. - le dije, espiando hacia la oscuridad de la noche.
La cerré y me acosté de nuevo. Estaba cansada de tanto viaje y me haría mejor dormir un par de horas más.
- Ven chico, sube. - le dije, palmeando las sábanas.
Monster se acomodó junto a mí y ambos nos dormimos.
Cuando desperté por la mañana, el sueño aún estaba vívido en mi memoria... Había sido extraño.
Me serví leche con cereales y desayuné mientras miraba por la ventana. Había llovido, estaba todo embarrado y había bastante viento. Puesto que no llovía, decidí salir. No me gustaba quedarme demasiado tiempo sola, aún con Monster rondando por la casa.
- No puedes venir conmigo, chico. Hay demasiado barro y tendré que limpiar tus patas por toda la casa. -
No habría mucho que ver en el centro de Forks, era domingo. Aunque, no me haría mal conducir para distraerme...
Me abrigué, estaba helando y subí a mi coche. No había mucha gente, no más de lo normal considerando que no era un pueblo muy grande.
Conduje despacio, iba pensando en los Cullen... ¿Cómo podía averiguar sobre ellos sin que se dieran cuenta que yo estaba averiguando? Era demasiado curiosa en todo lo que se refería a los Cullen y no sabía por qué...
El estruendo del motor de mi auto me sacó de mis pensamientos, al tiempo que una nube de humo emergía del capó. El auto simplemente se detuvo, sólo eso.
Bien, será la primera y la última vez que me dejen sola en casa después de esto.
Bajé del auto y abrí el capó. Estaba empezando a lloviznar.
Como si entendiese algo de todo esto...
El humo me hizo toser: estaba completamente perdida. Estaba helando y no podía dejar el auto solo para ir por ayuda. Mi teléfono estaba en mi bolsillo... Aún peor, el bolsillo vacío me indicó que había quedado sobre la mesa de la cocina. Me subí el cuello del jersey y miré alrededor buscando a alguien que me ayudara cuando una motocicleta pasó a tan sólo unos centímetros de mí. Una lluvia de agua fría y barro me empapó de pies a cabeza...
- ¡Idiota! -
La motocicleta llegó a la esquina y dio la vuelta para regresar. Como si no fuese suficiente tener el auto roto y haber insultado a un desconocido, un trueno sacudió los alrededores y un aguacero se largó en picada sobre mi cabeza.
El motociclista se detuvo junto a mí, que me estaba intentando sacudir el aguacero del cabello, y bajó...
¡Dios! Sentí como si me hubiera atropellado un autobús, era tan... alto, demasiado considerando mi altura, de piel cobriza y tenía el cabello azabache tan largo que le rebasaba los hombros...
- Lo siento, enserio no te vi. -
- Está bien. - le respondí, con la voz entrecortada.
- Soy Jacob Black - me dijo, sonriendo... y ¡qué sonrisa! Exhibió una formación de dientes blancos, simplemente perfectos. Tenía un rostro muy tierno, casi infantil.
Emmett, susurró mi memoria... Mal momento para recordar lo imposible. ¿Quién decía que mientras tanto no podía divertirme?
- Tanza... Tanzie Marchetta. - le dije, escurriendo agua.
- Deberías cambiarte, no querrás pescar un resfrío. -
El muchacho echó una ojeada al capó, como si hubiera algo fascinante dentro de él o algo...
- ¿Puedo? - me preguntó, señalando el auto.
- No puedes hacer algo peor que yo así que, adelante. Tal vez puedas echarme una mano. -
Sacó una pieza y me explicó que debería ir enroscada en algo, junto a otra cosa que no sabía que era. Mi conocimiento sobre los autos me avergonzaba.
- Se rompió. Si me esperas puedo ir a buscar uno nuevo, debería tener uno en mi casa. -
- ¿Eres mecánico? -
- Algo así, espérame aquí. - estaba por irse cuando retrocedió - eh... toma. - se sacó su cazadora y me la dio, quedándose en camiseta.
¡Guau, mira esos músculos! Debe ser deportista...
Estaba a punto de quejarme cuando se fue y me dejó con el abrigo en la mano.
Antes que desperdiciarlo, me lo pongo, hace frío.
Luego de media hora de espera, decidí sentarme en el cordón de la vereda e ignorar el ruido de cada moto que pasaba. Parecía una estúpida levantando la vista cada vez que pasaba una.
Genial. Ahora jamás regresará y me quedaré varada. ¿Por qué siempre que creo que la gente quiere ayudarme termina...
Otra vez el estruendo de una moto me hizo sobresaltar pero, esa vez, era Jacob.
- Siento haber tardado, no lo encontraba por ningún lado. -
Avanzó hacia el auto, como si nunca se hubiese ido y empezó a trabajar. Me subí el cuello de su cazadora, y metí las manos en los bolsillos.
Entonces volteó y dejó escapar una risotada.
- ¿Pensaste que no volvería, verdad? -
- Eh... ¿no? Bueno, tal vez. -
- No soy de esa clase de chicos. - me dijo, y sacó la lengua.
No me sirvió mirar para aprender, pues sabía tanto de autos como de ingeniería nuclear, pero fingí que me interesaba para observar mejor a Jacob, que cada tanto giraba para ver que estaba haciendo.
- En vez de estar tan callada podrías contarme algo de ti. -
Bastante impaciente, algo lanzado, ¡me gusta eso en un chico!
- Tengo 17 años, no vivo muy lejos y estudio en la Secundaria de Forks. Tu turno, chico mecánico. -
- Tengo 16, estudio en el instituto de La Push y vivo ahí con mi padre. -
- ¿La Push? Que nombre chistoso... -
- El nombre Forks es aburrido, la verdadera emoción está en La Push. - sonrió - ¿Tu familia? -
- Lo usual, un padre, una madre y un hermano que desearía no tener. -
- ¿Tan malo es? -
- ¿Malo? Si lo pusieras junto al demonio te seguiría pareciendo malo. Es un completo idiota. -
- Déjame adivinar. ¿Es menor que tú? -
Asentí con cara de... ¿Qué tiene que ver? Y él volvió a sonreír.
- Eso pasa en todas las familias tengo un amigo que se lleva de los pelos con su hermana más grande. - terminó de enroscar la cosa que se había roto - ya está, intenta arrancarlo. -
Subí al auto, giré la llave y... arrancó.
- Eres genial, Jacob. -
- Jake. - me corrigió.
- Jake... ¿Cuánto te debo? - le dije, bajándome del auto.
- Si me dejas invitarte a la reserva, estamos a mano. -
- Bueno. - le respondí, amistosamente, mientras me apoyaba en la puerta del auto.
No sé por qué nos quedamos mirándonos, tal vez esperando a ver cual de los dos hablaba primero.
- Será mejor que te vayas, hace mucho frío. -
- ¿Me estás echando? - bromeé cómicamente, levantando una ceja.
- No, me preocupo por mi nueva amiga. -
- Entonces creo que me voy. - le dije, pero no me moví.
¿Qué era lo que me había dejado tan embobada? Sentía como si estuviera mirando a un foco brillante.
- De veras, me voy. - miré su cazadora, estaba demasiada calentita para devolvérsela. - Espera. - le dije, casi sacando el brazo de una manga.
- No, está bien. - me puso una mano en el hombro. Aún a través de la tela pude sentir su tacto cálido. - Será mi garantía, me la devolverás cuando bajes a conocer La Push. -
- De acuerdo. Adiós. - le dije, extendiéndole la mano.
Fue el único saludo probable que se me cruzó por la cabeza. Jacob... Jake tomó mi mano y me jaló hacia él para darme un beso en la mejilla.
- Adiós. - me dijo y luego me soltó.
Le sonreí ligeramente y él me devolvió el gesto. Luego, me subí al coche y emprendí el regreso a casa.
Otra vez el mismo sueño, con la misma muchacha. Me costó reconocer que era un sueño pues el miedo que sentía era demasiado real. Sentía que estaba sudando, sentía el frío del viento que corría por el bosque. Volvió a avanzar hacia pero, esa vez, me tomó por el cuello hasta dejarme acostada en el piso. Sentí la fuerza concentrarse en sus músculos, como si con sólo un movimiento pudiera hacerme puré. Comencé a toser, la falta de aire se me hacía bastante real. Entonces se escuchó un profundo gruñido, volteé hacia un costado tanto como me lo permitió la joven y vi un lobo. Le gruñó mostrándole los dientes y se lanzó a la carrera hacia él. Sentí la mano aflojarse cuando el lobo la embistió y la mandó a volar hacia el otro lado del prado...
Abrí los ojos espantada, tosí e inhalé profundamente disfrutando del aire que entraba a mis pulmones. Monster estaba parado junto a la ventana, meneando el rabo de felicidad. Escuché como un aullido rasgaba el silencio de la noche y, cuando me asomé por la ventana, vi a un lobo corriendo hacia el bosque.
Re: First SIght
Capítulo 4: Los Quileutes (Primera Parte)
El fastidio de la escuela regresó y, aún peor, el auto no quiso arrancar a la mañana. Tuve que pedirle a Jessica que pasara por mí con su coche, pues el día no estaba para caminar hasta el colegio. El sueño me había asustado bastante, pues casi nunca recordaba lo que había soñado. Era algo más, como si tuviese un significado que debiera entender. Mi cazadora escurría mares de agua, así que decidí usar la de Jacob.
Cuando vi entrar a los Cullen, tuve una sensación muy rara. Fue como sí... Emmett era perfecto, era todo lo que a mí me gustaba combinado en una sola persona pero, por alguna razón, no podía pensar en él como antes. No de esa forma. Fue como si cuando lo viese algo dentro de mí hubiese gritado ¡Prohibido! Y sólo pudiese pensar en Jacob. ¡¿Por qué?! No tengo la menor idea...
Me conocía demasiado bien a mí misma, yo no era así. No podía haberme enamorado de Jake, ¡Dios! Lo llamaba de esa forma y ni siquiera lo conocía.
Es sólo un desconocido que se portó amablemente conmigo y arregló mi coche, nada más.
No entendía por qué me sentía así con Jacob. Decidí intentar ignorarlo y entrar a la clase de Matemática, pues si seguía maquinando con el mismo tema me iba a poner peor.
A es dos veces mayor que B. Si B vale 25 y C es el doble de B. ¿Cuánto valen A y C?
¡Diablos! Mi mente estaba completamente en blanco... Cuando me levanté para entregar la hoja y pasé junto al banco de Emmett quise bajar la vista para mirarlo pero, simplemente, no pude. Salí del aula y fui hacia el comedor para esperar a Jessica y Angela. Mike me salió al paso.
- Hey Tanzie. - me dijo, dándome un empujón amistoso.
Lo saludé con un simple ‘hum’ y un ademán de cabeza.
- ¿Pasó algo? -
Soñé que querían matarme pero un lobo me salvaba la vida.
- Creo que saldré mal en ese examen. - mentí.
- De todos modos no es tan malo, podrás compensar la nota después. -
Asentí con la cabeza. Tenía una hora libre antes de otras dos horas de clase y sólo podía pensar en ese extraño sueño. No sabía a quien pedirle un consejo pues, seguramente, Mike y Tyler se reirían de mí. Angela probablemente intentaría darme un buen consejo que no me serviría y Jessica, bueno... a Jessica debería explicarle tres veces el sueño para que lo entendiera.
- ¡Auu! - exclamé, sujetándome la frente.
Mis pensamientos eran tan intensos que me distraje y me golpeé la cabeza con la puerta de un casillero.
- Lo siento. ¿Estás bien? - me dijo, una joven.
- Sí, Discúlpame. -
Dios, mi cabeza. Debería dejar de ser tan estúpida.
- ¡Tanzie! -
Jessica venía corriendo por el pasillo, con sus cuadernos en la mano.
- ¿Qué tal te fue? - le dije, frenando mi marcha.
- Mejor de lo que esperaba. ¿Qué tal tú? -
- No preguntes. -
- Linda chaqueta. -
- Es sólo un préstamo de un amigo. -
- ¿Amigo? -
- Déjalo ya, Jessi. No conseguirás información. - le dije.
Nos sentamos en el comedor vacío, habría que buscar una buena forma de pasar el tiempo libre. Saqué mi cuaderno y comencé a trazar líneas indefinidas con mi lápiz. No tenía intención de dibujar nada, sólo quería relajar mi mano.
Mi mente susurraba el nombre de Jacob a cada segundo y no podía encontrarle explicación a eso. Garabateé mi nombre, salió horrible. Arranqué la hoja y empecé a dibujar de nuevo. Esa vez intente dibujar un lobo como el de mi sueño, tenía su imagen dando vueltas en mi cabeza. Debía ser grande, feroz, peludo... lo dibujé enseñando los dientes. No era la gran cosa, dibujaba bien pero no me consideraba una artista. Sólo lo hacía por hobby.
- Que lindo perro. - dijo Mike, sentándose en la mesa.
- Es un lobo. -
- Es lindo. - opinó, Jessica.
- Es sólo un boceto, estará verdaderamente lindo cuando lo termine. ¿Me acompañas afuera? - les dije, cerrando el cuaderno.
Seguramente, no adivinarían ni por asomo de que iba todo eso del dibujo pero por las dudas...
- Prefiero la calefacción de la cafetería. - dijo, Jessica, frotándose las manos.
- Igual yo. -
- Los veo en clases, entonces. -
Guardé el cuaderno y me cargué mi bolsa al hombro. Salí y me senté en uno de los bancos del estacionamiento, bajo el techo de la administración, pues la llovizna estaba fastidiosa. Esperaba que Jessi pudiera llevarme de regreso a casa si se desataba una tormenta, sino tendría que caminar. Metí las manos en los bolsillos, la chaqueta me lo recordaba.
Jacob. Jacob... ¿Qué era lo que me tenía tan intrigada de él? Lo había visto una vez solamente y sentía que lo conocía de toda la vida.
Quizá podía contarle mi sueño pues no me conocía demasiado y me daría una opinión subjetiva. Entonces, caí en la cuenta de que no le había pedido su teléfono y tampoco sabía como ir hasta La Push. No tenía forma de contactarlo.
Maldita sea.
La lluvia se volvió intensa y decidí entrar antes de congelarme. En la puerta, me choqué con Emmett. Sospeché que lo había hecho a propósito pero lo ignoré. Lo seguían sus hermanos y un par de personas más.
- Disculpa. - fue todo lo que dije.
Le dediqué una mirada por menos de cinco segundos y me quedé en la puerta, atascada por la marea de gente que salía. No escuché lo que sea que me contestó, si es que lo hizo.
Jessica salió con su mochila en la mano, no entendía por qué todos se iban a mitad de la mañana.
- ¿Por qué se van todos? -
- Pues parece que tenemos todo el período libre y pronostican una fuerte nevada. Nos mandaron a casa por si el clima empeoraba. - me dijo, haciéndose a un costado de al puerta para dejar pasar a los que salían.
- Pues vamos entonces, ¿Puedes alcanzarme a casa? No sé cuando tendré el auto de vuelta. -
- Lo siento, tengo que pasar por cosas de mi mamá en la tintorería y regresar rápido. Quiere que la ayude con los preparativos para una cena de negocios. ¿No te enojas? -
- Está bien, seguro iré con... alguien más. -
Como si ese alguien más existiera.
Una bocina resonó a mis espaldas.
- Tal vez, Angela pueda llevarte a casa o Mike. -
- Podría preguntarles. ¿Dónde se quedaron? -
De nuevo la bocina.
- Mike fue a la oficina del Sr. Vaner para discutir sobre un examen. Creo que la bocina es para ti. -
- Que grosero. - murmuré, para mí misma.
- No, no... creo que ese chico te está llamando. -
- ¿Eh? -
Volteé, Jacob manejaba, bajó el aguacero infernal, su moto. Al parecer, había venido a buscarme o... algo así. Lo saludé agitando la mano.
- Es sólo un chico que conocí ayer, se llama Jacob. - le dije a Jessica.
- No es nada comparado con Emmett. - dijo ella, poniéndose en puntillas para ver como los Cullen subían a sus lujosos autos.
- A mí me parece lindo. -
Jacob se sonrió, era imposible que hubiese escuchado así que me relajé. Me hizo un ademán con la cabeza, para que me subiera.
- Parece que ese ‘alguien más’ que va a llevarte a casa, espera. Hasta mañana, Tanzie. -
- Nos vemos. -
Corrí bajo la lluvia y me empapé pero valía la pena el viaje. Todo sea por el conductor.
- Pensé que no volvería a verte. ¿Sabías que saldría temprano? -
- Digamos que sólo pasaba por aquí. Parece que te gustó mi chaqueta. -
- La mía aún escurre agua, así que no tenía muchas opciones. -
- Súbete. -
Pasé una pierna por encima de la moto y me senté. Jacob miró hacia atrás y se rió.
- Puedes agarrarte, no voy a morderte. -
Sonreí tímidamente y ceñí mis brazos alrededor de su cintura.
- Así está mejor. - dijo, y emprendimos la marcha.
- ¿Adónde vamos? - grité, intentando sobrepasar el ruido de la moto.
- Te llevaré a conocer La Push. -
- Pero está lloviendo. - le dije, sujetándome el cabello que me volaba por los aires.
- La belleza no está en lo perfecto. Lo imperfecto siempre puede ser más interesante. -
Me reí a carcajadas, era de lo más divertido pasar tiempo con Jacob. Se me hacía extraño tener esa relación con él con lo poco que lo conocía. Aparcó la moto junto a una pequeña casa de madera.
El fastidio de la escuela regresó y, aún peor, el auto no quiso arrancar a la mañana. Tuve que pedirle a Jessica que pasara por mí con su coche, pues el día no estaba para caminar hasta el colegio. El sueño me había asustado bastante, pues casi nunca recordaba lo que había soñado. Era algo más, como si tuviese un significado que debiera entender. Mi cazadora escurría mares de agua, así que decidí usar la de Jacob.
Cuando vi entrar a los Cullen, tuve una sensación muy rara. Fue como sí... Emmett era perfecto, era todo lo que a mí me gustaba combinado en una sola persona pero, por alguna razón, no podía pensar en él como antes. No de esa forma. Fue como si cuando lo viese algo dentro de mí hubiese gritado ¡Prohibido! Y sólo pudiese pensar en Jacob. ¡¿Por qué?! No tengo la menor idea...
Me conocía demasiado bien a mí misma, yo no era así. No podía haberme enamorado de Jake, ¡Dios! Lo llamaba de esa forma y ni siquiera lo conocía.
Es sólo un desconocido que se portó amablemente conmigo y arregló mi coche, nada más.
No entendía por qué me sentía así con Jacob. Decidí intentar ignorarlo y entrar a la clase de Matemática, pues si seguía maquinando con el mismo tema me iba a poner peor.
A es dos veces mayor que B. Si B vale 25 y C es el doble de B. ¿Cuánto valen A y C?
¡Diablos! Mi mente estaba completamente en blanco... Cuando me levanté para entregar la hoja y pasé junto al banco de Emmett quise bajar la vista para mirarlo pero, simplemente, no pude. Salí del aula y fui hacia el comedor para esperar a Jessica y Angela. Mike me salió al paso.
- Hey Tanzie. - me dijo, dándome un empujón amistoso.
Lo saludé con un simple ‘hum’ y un ademán de cabeza.
- ¿Pasó algo? -
Soñé que querían matarme pero un lobo me salvaba la vida.
- Creo que saldré mal en ese examen. - mentí.
- De todos modos no es tan malo, podrás compensar la nota después. -
Asentí con la cabeza. Tenía una hora libre antes de otras dos horas de clase y sólo podía pensar en ese extraño sueño. No sabía a quien pedirle un consejo pues, seguramente, Mike y Tyler se reirían de mí. Angela probablemente intentaría darme un buen consejo que no me serviría y Jessica, bueno... a Jessica debería explicarle tres veces el sueño para que lo entendiera.
- ¡Auu! - exclamé, sujetándome la frente.
Mis pensamientos eran tan intensos que me distraje y me golpeé la cabeza con la puerta de un casillero.
- Lo siento. ¿Estás bien? - me dijo, una joven.
- Sí, Discúlpame. -
Dios, mi cabeza. Debería dejar de ser tan estúpida.
- ¡Tanzie! -
Jessica venía corriendo por el pasillo, con sus cuadernos en la mano.
- ¿Qué tal te fue? - le dije, frenando mi marcha.
- Mejor de lo que esperaba. ¿Qué tal tú? -
- No preguntes. -
- Linda chaqueta. -
- Es sólo un préstamo de un amigo. -
- ¿Amigo? -
- Déjalo ya, Jessi. No conseguirás información. - le dije.
Nos sentamos en el comedor vacío, habría que buscar una buena forma de pasar el tiempo libre. Saqué mi cuaderno y comencé a trazar líneas indefinidas con mi lápiz. No tenía intención de dibujar nada, sólo quería relajar mi mano.
Mi mente susurraba el nombre de Jacob a cada segundo y no podía encontrarle explicación a eso. Garabateé mi nombre, salió horrible. Arranqué la hoja y empecé a dibujar de nuevo. Esa vez intente dibujar un lobo como el de mi sueño, tenía su imagen dando vueltas en mi cabeza. Debía ser grande, feroz, peludo... lo dibujé enseñando los dientes. No era la gran cosa, dibujaba bien pero no me consideraba una artista. Sólo lo hacía por hobby.
- Que lindo perro. - dijo Mike, sentándose en la mesa.
- Es un lobo. -
- Es lindo. - opinó, Jessica.
- Es sólo un boceto, estará verdaderamente lindo cuando lo termine. ¿Me acompañas afuera? - les dije, cerrando el cuaderno.
Seguramente, no adivinarían ni por asomo de que iba todo eso del dibujo pero por las dudas...
- Prefiero la calefacción de la cafetería. - dijo, Jessica, frotándose las manos.
- Igual yo. -
- Los veo en clases, entonces. -
Guardé el cuaderno y me cargué mi bolsa al hombro. Salí y me senté en uno de los bancos del estacionamiento, bajo el techo de la administración, pues la llovizna estaba fastidiosa. Esperaba que Jessi pudiera llevarme de regreso a casa si se desataba una tormenta, sino tendría que caminar. Metí las manos en los bolsillos, la chaqueta me lo recordaba.
Jacob. Jacob... ¿Qué era lo que me tenía tan intrigada de él? Lo había visto una vez solamente y sentía que lo conocía de toda la vida.
Quizá podía contarle mi sueño pues no me conocía demasiado y me daría una opinión subjetiva. Entonces, caí en la cuenta de que no le había pedido su teléfono y tampoco sabía como ir hasta La Push. No tenía forma de contactarlo.
Maldita sea.
La lluvia se volvió intensa y decidí entrar antes de congelarme. En la puerta, me choqué con Emmett. Sospeché que lo había hecho a propósito pero lo ignoré. Lo seguían sus hermanos y un par de personas más.
- Disculpa. - fue todo lo que dije.
Le dediqué una mirada por menos de cinco segundos y me quedé en la puerta, atascada por la marea de gente que salía. No escuché lo que sea que me contestó, si es que lo hizo.
Jessica salió con su mochila en la mano, no entendía por qué todos se iban a mitad de la mañana.
- ¿Por qué se van todos? -
- Pues parece que tenemos todo el período libre y pronostican una fuerte nevada. Nos mandaron a casa por si el clima empeoraba. - me dijo, haciéndose a un costado de al puerta para dejar pasar a los que salían.
- Pues vamos entonces, ¿Puedes alcanzarme a casa? No sé cuando tendré el auto de vuelta. -
- Lo siento, tengo que pasar por cosas de mi mamá en la tintorería y regresar rápido. Quiere que la ayude con los preparativos para una cena de negocios. ¿No te enojas? -
- Está bien, seguro iré con... alguien más. -
Como si ese alguien más existiera.
Una bocina resonó a mis espaldas.
- Tal vez, Angela pueda llevarte a casa o Mike. -
- Podría preguntarles. ¿Dónde se quedaron? -
De nuevo la bocina.
- Mike fue a la oficina del Sr. Vaner para discutir sobre un examen. Creo que la bocina es para ti. -
- Que grosero. - murmuré, para mí misma.
- No, no... creo que ese chico te está llamando. -
- ¿Eh? -
Volteé, Jacob manejaba, bajó el aguacero infernal, su moto. Al parecer, había venido a buscarme o... algo así. Lo saludé agitando la mano.
- Es sólo un chico que conocí ayer, se llama Jacob. - le dije a Jessica.
- No es nada comparado con Emmett. - dijo ella, poniéndose en puntillas para ver como los Cullen subían a sus lujosos autos.
- A mí me parece lindo. -
Jacob se sonrió, era imposible que hubiese escuchado así que me relajé. Me hizo un ademán con la cabeza, para que me subiera.
- Parece que ese ‘alguien más’ que va a llevarte a casa, espera. Hasta mañana, Tanzie. -
- Nos vemos. -
Corrí bajo la lluvia y me empapé pero valía la pena el viaje. Todo sea por el conductor.
- Pensé que no volvería a verte. ¿Sabías que saldría temprano? -
- Digamos que sólo pasaba por aquí. Parece que te gustó mi chaqueta. -
- La mía aún escurre agua, así que no tenía muchas opciones. -
- Súbete. -
Pasé una pierna por encima de la moto y me senté. Jacob miró hacia atrás y se rió.
- Puedes agarrarte, no voy a morderte. -
Sonreí tímidamente y ceñí mis brazos alrededor de su cintura.
- Así está mejor. - dijo, y emprendimos la marcha.
- ¿Adónde vamos? - grité, intentando sobrepasar el ruido de la moto.
- Te llevaré a conocer La Push. -
- Pero está lloviendo. - le dije, sujetándome el cabello que me volaba por los aires.
- La belleza no está en lo perfecto. Lo imperfecto siempre puede ser más interesante. -
Me reí a carcajadas, era de lo más divertido pasar tiempo con Jacob. Se me hacía extraño tener esa relación con él con lo poco que lo conocía. Aparcó la moto junto a una pequeña casa de madera.
Re: First SIght
;O Yo no habia visto tu historia -_- La leere en cuanto tenga tiempo ya que ahorita ando de pasada, aun espero la otra historia que prometiste! XD
Jason Bennington- Cantidad de envíos : 653
Localización : Texas
Fecha de inscripción : 18/04/2009
Re: First SIght
Capítulo 4: Los Quileutes (Segunda Parte)
No estaba acostumbrada a viajar en motocicleta por lo que, cuando me bajé, casi me resbalo y termino en el suelo. Jacob me sostuvo ágilmente por el codo para que no me cayera.
- No te preocupes, mejorarás con la práctica. -
¿Práctica? Eso significa que este no fue el último viaje. Interesante...
- ¿Quieres conocer mi casa? - me dijo, haciendo un ademán con la cabeza.
Me detuve a pensar un segundo y lo miré con un gesto de sorpresa.
- Otra vez tus pensamientos imperfectos te hacen sacar una conclusión equivocada. -
- Lo imperfecto siempre puede ser más interesante. -
Era divertido usar sus propias palabras en contra de él. La casa era de madera, con pequeñas ventanas y estaba pintada de rojo. Tenía un aspecto de casa de cuento infantil.
- Ven. - me dijo, llevándome de la mano.
No me molesté, al contrario, entrelacé mis dedos con los suyos. Él desvió su mirada hacia mí para sonreírme. Su tacto era cálido, demasiado cálido y me pregunté como haría para estar así con el frío que hacía. Un ruido me hizo espiar dentro de la casa, había un hombre con silla de ruedas. ¿Sería el padre de Jacob?
- ¿Jake? - llamó el hombre.
- Aquí estoy, quiero presentarte a alguien. -
Se miraron y Jacob asintió con la cabeza. ¿Qué demonios estaba pasando?
- Hola nena. Soy Billy el padre de Jacob. -
Billy estaba sentando en la silla de ruedas, sonriéndome. Me parecía simpático, pero tenía pinta de ser bastante hosco si lo hacías enojar.
- Mucho gusto, señor. Soy Tanzie. - le dije, estrechándole la mano.
A veces, sentía que me tomaba mucha confianza pero como a ninguno parecía molestarle; simplemente, creía que estaba bien.
- ¿Van a quedarse? Se avecina una tormenta, hijo. -
- Quiero llevarla a conocer La Push. Si acaso llueve, siempre podemos volver. -
- ¿Puedo dejar mi bolsa aquí? Es que, Jacob me trajo desde el instituto. -
- Claro, nena. Déjala sobre la mesa. Tengan cuidado. -
Intercambiaron una mirada misteriosa, como si se estuviesen diciendo algo que no querían que escuchase. Los observé disimuladamente mientras dejaba mis cosas en la mesa.
- ¿Vamos? - me preguntó Jacob, tendiéndome su mano.
Asentí con la cabeza, agarrándolo otra vez.
- Adiós Billy. -
- Hasta luego, Tanzie. No pesquen un resfrío. -
Cuando salimos observé el paisaje a mí alrededor.
- ¿Esto es La Push? - le pregunté.
- Ajá. Es una reserva india. Es la reserva de los indios Quileutes. - me explicó.
Observé su contextura y el color cobrizo de su piel, ahora lo entendía. Comenzamos a caminar. Observé el hermoso paisaje mientras le transmitía mis inquietudes a Jacob.
- No sabía que todavía quedaban indios en Washington. -
- Yo soy descendiente de uno de los primeros Quileutes, los antiguos. -
- ¿Cómo es que llegaron aquí? -
- Hay muchas historias sobre los orígenes pero es cuestión de creer. Es como Dios, queda a libre elección de cada uno creer o no. - explicó.
Habíamos llegado a una playa. Jacob se sentó bajo un árbol, para refugiarse de la lluvia y yo lo seguí.
Lo miré levantando las cejas. Yo quería saber más sobre él, todo cuanto me fuera posible.
- Existen muchas historias. Hay una que cuenta que, supuestamente, los antiguos Quileutes amarraron sus canoas a lo alto de los árboles más grandes de las montañas para sobrevivir al diluvio, ese que cuenta la Biblia. Otra afirma que descendemos de los lobos, y que éstos siguen siendo nuestros hermanos. La ley de la tribu prohibe matarlos. Pero no dejan de ser historias. - sacudió la cabeza y me salpicó.
Le propiné un empujón amistoso y el se rió sonoramente.
La cultura Quileute me terminó por parecer bastante interesante, luego de todo lo que él me contó. Así, fue anocheciendo y la lluvia comenzó a calmarse.
- Se está haciendo tarde, mejor te llevo a tu casa. -
- Debo darle de comer a Monster, me matará sin no llegó a casa pronto. -
- ¿Monster? -
- Mi Golden Retriever. Es mi única compañía por estos días. El resto de mi familia está de vacaciones. -
- ¿Estás sola? - un dejo de preocupación se notó en su voz.
Asentí, Jacob me observó en silencio.
- ¿Dije algo malo? -
- No, sólo, lo siento... - me sonrió falsamente y me tomó de la mano para que me levantara.
No entendía la reacción de Jacob, había tantas cosas de él que no entendía...
Fui hasta su casa para recoger mi bolsa y Jacob me estaba esperando junto a la moto.
- ¿Es un buen momento para pedirte tu teléfono? -
- Supongo, uno nunca sabe cuando podrías necesitarme. - le dije, sonriendo.
Anoté mis números en su celular y él hizo lo mismo con los suyos.
Esta vez, el viaje fue menos conversado que el anterior. Estaba pensando en la reacción de Jacob y todavía no la entendía.
Cuando bajé de la moto, intenté despejar mi duda.
- ¿Estás seguro que no pasa nada? -
- Totalmente. -
Nos quedamos mirándonos, otra vez ninguno sabía que decir. Jacob se bajó de la moto, rompiendo mi estado de sopor, y me acompañó hasta la puerta. Había algo en su mirada que me decía que había algo malo. Algo que no me quería decir.
Abrí la puerta y Monster salió corriendo, se arrojó en brazos de Jacob. Le puso las dos patas en el pecho, meneando el rabo de contento.
- Monster, abajo. Monster. - le ordené, sujetándolo del collar.
- Está bien, no me molesta. -
Jacob le acariciaba la cabeza y Monster ladraba de felicidad.
- Le caes bien. -
Jacob le sonrió al perro.
- ¿Quieres quedarte a cenar? -
- No creo que haya...
En ese momento, un aullido lejano llegó a mis oídos. Jacob volteó la vista hacia el bosque.
- Mejor lo dejamos para mañana. -
- ¿Tienes que irte? -
- Sí, lo siento. Puedo mostrarte más de La Push después del colegio. -
- Me encantaría. - le dije, sonriendo ampliamente.
- Vamos, Monster. Adentro. -
El perro se acercó obedientemente y entró a la casa. Lo seguí con la mirada para cerciorarme de que entraba y cuando volteé Jacob estaba más cerca de lo que pensaba. Sentía su respiración cálida sobre mi piel y la inmensidad de sus ojos me admiraba completamente. Sus ojos café brillaban. Sentí su cálida mano sujetarme por la cintura y, en cuanto cerré los ojos, sentí sus labios posarse sobre los míos. Fue sólo así: un beso. Lo más simple del mundo desató las emociones más complejas del ser humano. Esos sentimientos que te prenden fuego por dentro y hacen que el corazón retumbe como un tambor dentro de tu pecho. Casi sin notarlo, me separé de él y ambos nos miramos.
- Te veo mañana. - me dijo.
Me limité a asentir con la cabeza, había quedado en un estado de embobamiento temporal pues todo me parecía un sueño. Lo miré alejarse en su moto y ni siquiera tuve fuerza para moverme de mi lugar. Me sentía hecha de gelatina...
El ladrido de Monster me trajo de vuelta.
- ¿Tienes hambre, amigo? -
Le serví su alimento balanceado en un plato que devoró rápidamente. Se notaba que había tardado demasiado. El rugido de mi estómago me avisó que la realidad esperaba y que si no comía rápido iba a morirme de hambre. Comí como un batallón: tres platos de ravioles y un cuarto de helado de postre. Sólo podía pensar en Jake y en ese beso, que se repetía una y otra vez en mi cabeza... Me sentía perdidamente enamorada de Jacob desde la primera vez que lo había visto. ¿Por qué? Aún lo desconocía.
Satisfecha y con mucho sueño me fui a la cama, esperando ansiosa que el reloj corriera más rápido para poder ver a Jacob... Jake otra vez.
No estaba acostumbrada a viajar en motocicleta por lo que, cuando me bajé, casi me resbalo y termino en el suelo. Jacob me sostuvo ágilmente por el codo para que no me cayera.
- No te preocupes, mejorarás con la práctica. -
¿Práctica? Eso significa que este no fue el último viaje. Interesante...
- ¿Quieres conocer mi casa? - me dijo, haciendo un ademán con la cabeza.
Me detuve a pensar un segundo y lo miré con un gesto de sorpresa.
- Otra vez tus pensamientos imperfectos te hacen sacar una conclusión equivocada. -
- Lo imperfecto siempre puede ser más interesante. -
Era divertido usar sus propias palabras en contra de él. La casa era de madera, con pequeñas ventanas y estaba pintada de rojo. Tenía un aspecto de casa de cuento infantil.
- Ven. - me dijo, llevándome de la mano.
No me molesté, al contrario, entrelacé mis dedos con los suyos. Él desvió su mirada hacia mí para sonreírme. Su tacto era cálido, demasiado cálido y me pregunté como haría para estar así con el frío que hacía. Un ruido me hizo espiar dentro de la casa, había un hombre con silla de ruedas. ¿Sería el padre de Jacob?
- ¿Jake? - llamó el hombre.
- Aquí estoy, quiero presentarte a alguien. -
Se miraron y Jacob asintió con la cabeza. ¿Qué demonios estaba pasando?
- Hola nena. Soy Billy el padre de Jacob. -
Billy estaba sentando en la silla de ruedas, sonriéndome. Me parecía simpático, pero tenía pinta de ser bastante hosco si lo hacías enojar.
- Mucho gusto, señor. Soy Tanzie. - le dije, estrechándole la mano.
A veces, sentía que me tomaba mucha confianza pero como a ninguno parecía molestarle; simplemente, creía que estaba bien.
- ¿Van a quedarse? Se avecina una tormenta, hijo. -
- Quiero llevarla a conocer La Push. Si acaso llueve, siempre podemos volver. -
- ¿Puedo dejar mi bolsa aquí? Es que, Jacob me trajo desde el instituto. -
- Claro, nena. Déjala sobre la mesa. Tengan cuidado. -
Intercambiaron una mirada misteriosa, como si se estuviesen diciendo algo que no querían que escuchase. Los observé disimuladamente mientras dejaba mis cosas en la mesa.
- ¿Vamos? - me preguntó Jacob, tendiéndome su mano.
Asentí con la cabeza, agarrándolo otra vez.
- Adiós Billy. -
- Hasta luego, Tanzie. No pesquen un resfrío. -
Cuando salimos observé el paisaje a mí alrededor.
- ¿Esto es La Push? - le pregunté.
- Ajá. Es una reserva india. Es la reserva de los indios Quileutes. - me explicó.
Observé su contextura y el color cobrizo de su piel, ahora lo entendía. Comenzamos a caminar. Observé el hermoso paisaje mientras le transmitía mis inquietudes a Jacob.
- No sabía que todavía quedaban indios en Washington. -
- Yo soy descendiente de uno de los primeros Quileutes, los antiguos. -
- ¿Cómo es que llegaron aquí? -
- Hay muchas historias sobre los orígenes pero es cuestión de creer. Es como Dios, queda a libre elección de cada uno creer o no. - explicó.
Habíamos llegado a una playa. Jacob se sentó bajo un árbol, para refugiarse de la lluvia y yo lo seguí.
Lo miré levantando las cejas. Yo quería saber más sobre él, todo cuanto me fuera posible.
- Existen muchas historias. Hay una que cuenta que, supuestamente, los antiguos Quileutes amarraron sus canoas a lo alto de los árboles más grandes de las montañas para sobrevivir al diluvio, ese que cuenta la Biblia. Otra afirma que descendemos de los lobos, y que éstos siguen siendo nuestros hermanos. La ley de la tribu prohibe matarlos. Pero no dejan de ser historias. - sacudió la cabeza y me salpicó.
Le propiné un empujón amistoso y el se rió sonoramente.
La cultura Quileute me terminó por parecer bastante interesante, luego de todo lo que él me contó. Así, fue anocheciendo y la lluvia comenzó a calmarse.
- Se está haciendo tarde, mejor te llevo a tu casa. -
- Debo darle de comer a Monster, me matará sin no llegó a casa pronto. -
- ¿Monster? -
- Mi Golden Retriever. Es mi única compañía por estos días. El resto de mi familia está de vacaciones. -
- ¿Estás sola? - un dejo de preocupación se notó en su voz.
Asentí, Jacob me observó en silencio.
- ¿Dije algo malo? -
- No, sólo, lo siento... - me sonrió falsamente y me tomó de la mano para que me levantara.
No entendía la reacción de Jacob, había tantas cosas de él que no entendía...
Fui hasta su casa para recoger mi bolsa y Jacob me estaba esperando junto a la moto.
- ¿Es un buen momento para pedirte tu teléfono? -
- Supongo, uno nunca sabe cuando podrías necesitarme. - le dije, sonriendo.
Anoté mis números en su celular y él hizo lo mismo con los suyos.
Esta vez, el viaje fue menos conversado que el anterior. Estaba pensando en la reacción de Jacob y todavía no la entendía.
Cuando bajé de la moto, intenté despejar mi duda.
- ¿Estás seguro que no pasa nada? -
- Totalmente. -
Nos quedamos mirándonos, otra vez ninguno sabía que decir. Jacob se bajó de la moto, rompiendo mi estado de sopor, y me acompañó hasta la puerta. Había algo en su mirada que me decía que había algo malo. Algo que no me quería decir.
Abrí la puerta y Monster salió corriendo, se arrojó en brazos de Jacob. Le puso las dos patas en el pecho, meneando el rabo de contento.
- Monster, abajo. Monster. - le ordené, sujetándolo del collar.
- Está bien, no me molesta. -
Jacob le acariciaba la cabeza y Monster ladraba de felicidad.
- Le caes bien. -
Jacob le sonrió al perro.
- ¿Quieres quedarte a cenar? -
- No creo que haya...
En ese momento, un aullido lejano llegó a mis oídos. Jacob volteó la vista hacia el bosque.
- Mejor lo dejamos para mañana. -
- ¿Tienes que irte? -
- Sí, lo siento. Puedo mostrarte más de La Push después del colegio. -
- Me encantaría. - le dije, sonriendo ampliamente.
- Vamos, Monster. Adentro. -
El perro se acercó obedientemente y entró a la casa. Lo seguí con la mirada para cerciorarme de que entraba y cuando volteé Jacob estaba más cerca de lo que pensaba. Sentía su respiración cálida sobre mi piel y la inmensidad de sus ojos me admiraba completamente. Sus ojos café brillaban. Sentí su cálida mano sujetarme por la cintura y, en cuanto cerré los ojos, sentí sus labios posarse sobre los míos. Fue sólo así: un beso. Lo más simple del mundo desató las emociones más complejas del ser humano. Esos sentimientos que te prenden fuego por dentro y hacen que el corazón retumbe como un tambor dentro de tu pecho. Casi sin notarlo, me separé de él y ambos nos miramos.
- Te veo mañana. - me dijo.
Me limité a asentir con la cabeza, había quedado en un estado de embobamiento temporal pues todo me parecía un sueño. Lo miré alejarse en su moto y ni siquiera tuve fuerza para moverme de mi lugar. Me sentía hecha de gelatina...
El ladrido de Monster me trajo de vuelta.
- ¿Tienes hambre, amigo? -
Le serví su alimento balanceado en un plato que devoró rápidamente. Se notaba que había tardado demasiado. El rugido de mi estómago me avisó que la realidad esperaba y que si no comía rápido iba a morirme de hambre. Comí como un batallón: tres platos de ravioles y un cuarto de helado de postre. Sólo podía pensar en Jake y en ese beso, que se repetía una y otra vez en mi cabeza... Me sentía perdidamente enamorada de Jacob desde la primera vez que lo había visto. ¿Por qué? Aún lo desconocía.
Satisfecha y con mucho sueño me fui a la cama, esperando ansiosa que el reloj corriera más rápido para poder ver a Jacob... Jake otra vez.
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